Quizás deberíamos comenzar esta historia aclarando a que se refiere, en su origen, la popular frase de “la hora de los mameyes”…
Es en agosto de 1762 y luego de 44 días de asedio naval que los ingleses toman por las armas a la fortaleza de Los tres reyes del Morro luego de haber desembarcado por el estuario del río Cojímar y dominar la ciudad y sus baluartes desde las alturas de la loma de la Cabaña.
Durante los 11 meses que durara la ocupación inglesa, es al caer la tarde y a una hora estrictamente fijada, tan fija como la hora del té británico, que los soldados de guardia, con sus tradicionales casacas rojas, recorren la ciudad. La población, que nunca simpatizó con las fuerzas ocupantes iguala a los rojos soldados con mameyes, y en son de burla acuña la frase que aún hoy en día usamos, para referirnos a “la hora de la verdad”.
Al iniciarse el asedio naval inglés (a la hora de los mameyes), era el gobernador de la Isla Juan del Prado Malleza Portocarrero y Luna, quien consideró que todo esfuerzo de enfrentamiento a los invasores era vano, y tomó sus bártulos mudando la ciudad al Sur, hacia el poblado de Managua.
Todos conocen de la heroica resistencia, a la ocupación inglesa, de Pepe Antonio, regidor de Guanabacoa, y el español Don Luis de Velasco Capitán de la Fortaleza del Morro, pero consideraríamos una desidia de nuestra parte el no darle nuestra mención y reconocimiento, pues fueron quienes supieron sacar la cara a la hora de los mameyes.
Regla, fuera de la ermita, es un minúsculo asentamiento poblacional, que se agrupa al Sur del templo de la Virgen junto al camino a Guanabacoa, pero que aún no es lo suficientemente grande para ser representado en el mapa de la bahía de La Habana de ese año elaborado por las fuerzas ocupantes.
Cuenta la tradición que ante la amenaza de las tropas inglesas el propio capellán de la ermita, en su cabalgadura, trasladó a la imagen de la Virgen de Regla, sus alhajas y atributos hacía la iglesia del Calvario; luego, dos días después, y siguiendo la corriente que marcara el gobernador en la evacuación de la ciudad, la llevó al ingenio de Don Diego Marrero en la localidad de Managua.
Ya dos siglos antes, de la historia que nos ocupa (la hora de los mameyes), la iglesia anglicana se había separado de la iglesia católica e independizado del Papa de Roma, por lo que las autoridades inglesas radicaron su iglesia en el Convento de San Francisco, a la esquina Este del puerto, siendo esta la primera iglesia anglicana de Cuba, y ante la abundancia de iglesias en la ciudad y el relativo reducido número de las fuerzas ocupantes, la ermita de Nuestra Señora de Regla fue dejada católicamente en paz.
La ocupación inglesa de La Habana solo trajo prosperidad para la ciudad y a toda la colonia en general, pues liberó el comercio de las ataduras del monopolio español y la Casa de Contratación de Sevilla, y con su importación de mano de obra esclava coadyuvo al desarrollo de la agricultura e industria en el occidente de la Isla.
Esta libertad de comercio, a la hora de los mameyes de la retirada de las fuerzas inglesas, no pudo ser nuevamente restringida por la metrópoli, por lo que este capítulo inglés de la historia cubana fue de extrema importancia para el desarrollo económico nacional.
Regla, siendo una población pequeña, limitada geográficamente en una península dentro de la bahía de La Habana, conserva la tradición y el empuje de las luchas del movimiento independentista, obrero y rebelde, estando siempre, a la hora de los mameyes, en la punta de la batalla por las causas justas.
0 comments:
Publicar un comentario
A comentar, con respeto, están todos invitados. Valoramos su opinión y propuesta.