En algunos textos que he encontrado se sitúa la construcción de la primera plaza en la localidad en 1812 como la cuarta inaugurada en La Habana, pero en la mayoría de los textos aparece como la quinta plaza de toros en el año 1842; en lo que sí coinciden es que fue construida por Manuel Azpeitía con una capacidad de seis mil espectadores y se ubicaba tras el Santuario y que acogía lo mismo corridas de toros que novilladas. Para su edificación fue preciso obtener la autorización expresa del Ayuntamiento de La Habana.
En esta plaza en 1844 muestra sus artes un torero cubano Betancourt, «El Habanero«, pero sus hazañas no pasaron de los ruedos de La Habana y Regla; también se puede mentar en esta época a «El Cheche» que lograra alguna resonancia en la historia taurina cubana.
Esta primera Plaza de Toros de Regla estuvo en servicio hasta el año 1855 y en ella murió de «una cogida» el torero gaditano José Díaz «Mosquita» según recoge Rafael Guerra «Guerrita» en su libro Tauromaquia… «Matador de segundo orden, que falleció en La Habana el año 1845 de resultas de una herida que sufrió toreando en la tarde del 28 de junio del mismo año«.
La segunda plaza construida era llamada «Plaza Mayor de Regla», fue erigida en 1866 y se ubicaba en la plaza principal del pueblo y era muy frecuentada por la comunidad ibérica asentada en La Habana quienes cruzaban la bahía para no perderse los espectáculos que en ella se realizaban durante la «Guerra del 95», en estas corridas de toros participaron mujeres, es así que, en el Club Taurino de Murcia hay un cartel de toros de Regla, del 19 de diciembre de 1897, anunciando la actuación de las «Señoritas toreras Lolita y Angelita (Debut en América)» que matarían becerros de la ganadería de Jorge Díaz.
En algunas publicaciones se refiere solo como una posibilidad la actuación de «Mazzantini el torero» en la «Plaza de Toros de Regla», pero hallamos, dentro de los textos consultados una referencia, en el periódico cubano «El Toreo» se reflejó un amplio comentario a la corrida celebrada en la «Plaza de Toros de la Regla», de La Habana, el 13 de febrero de 1898, a beneficio de la cuadrilla de Mazzantini, con toros de Anastasio Martín. En ella tomaron parte Luis Mazzantini, José Centeno y Laboise. En otra noticia se señala que en la misma plaza tuvo lugar unos días después, el 27 de febrero de 1898, otra corrida a beneficio del propio Mazzantini, lidiándose seis toros de Benjumea. «Luis Mazzantini – comentó El Toreo – encargado de torear los seis toros, fue muy aplaudido, recibiendo valiosos regalos de sus admiradores. Banderilleó el quinto, siendo objeto de una gran ovación.«
Esta segunda Plaza de Toros de Regla estableció desde sus inicios una fuerte competencia con la Plaza de Toros de La Habana (sita en la calle Belascoaín), que cerrara por un incendio en 1897, y con la de Carlos III (en Infanta) levantada en el año 1885. Sin embargo la de Belascoaín era la que atraía mayor publico los domingos, que era el día que funcionaban todas, al ser la única que en ese momento se encontraba dentro de los limites urbanos de la capital de la colonia.
Salvando las distancias, locaciones, y tratando de imaginar como podría ser el ambiente imperante de las corridas de toros nos referimos a lo descrito por José Martí, en 1880, para el periódico newyorkino «The Sun».
«¡Cuán espléndida y terrible es la corrida de toros en Madrid! El anfiteatro se llena por completo tres horas antes de la corrida. Se pagan los más altos precios por los asientos. Personas carentes de dinero lo buscan prestado para ir a la corrida. Todo el mundo bebe, come y grita. Chistes picantes cosquillean los oídos de las jóvenes más distinguidas. El sol brilla y quema. Hay un tumulto de pandemonio. Los espectadores silban, aplauden, se abofetean, y los cuchillos brillan en el aire.»
De que es un espectáculo impresionante y sangriento no quedan dudas cuando en el mismo artículo describe…
«El extraño placer que produce una corrida de toros tiene su origen en los padecimientos del toro, en su terrible furia ciega, en el peligro de los hombres y el espectáculo de caballos ensangrentados que se arrastran por la arena. Es la emoción que nace de las agonías de la muerte, del olor a sangre y del aplauso febril que saluda el toro que hiere o mata a sus perseguidores, y agujerea con sus cuernos ensangrentados los cuerpos de los caballos muertos. Es el gran tumulto, esta feroz originalidad, lo que crea este placer salvaje.»
Las corridas de toros eran un privilegio de la que hacían gala la clase dominante política y militar española, cerrada al intercambio con los criollos a los que ya se enfrentaban en la guerra. Los cubanos preferían entonces las peleas de gallos, aunque al contrario de las vallas de gallos, en las plazas de toros se dejaba entrar mujeres y niños y las apuestas no estaban permitidas.
Terminada la guerra, en 1899, y ocupado el país por las fuerzas interventoras norteamericanas estas decretan, por la orden militar número 187 del 10 de octubre de 1899, la prohibición de las corridas de toros so pena de $500 pesos de multa a quién desoyera esta orden. Este fue el fin de las Plazas de Toros.
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