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viernes, 26 de junio de 2020

El Dr. Belot de Regla y su Quinta Sanitaria

Clínica sanitaria del Dr. Belot, en Regla, La Habana

En agosto de 1821 se establece en Regla la primera clínica particular (privada) en Cuba, llamada por su promotor «San Carlos», pero que pasará a la historia con el nombre de su médico y propietario como «Quinta Sanitaria del Dr. Belot».

Era su propietario el Dr. Carlos Eduardo Belot Lorent o simplemente «el Dr. Belot de Regla» natural de Alsacia, Francia que se había graduado en la Universidad de París y que tuvo en Regla y La Habana su hogar y familia. Como médico era hábil y bien preparado, en constante preocupación por los adelantos y novedades médicas de su época, además de ser capaz de hablar fluidamente cinco idiomas.

Está clínica dedicada, en lo fundamental, al tratamiento de las tripulaciones de los barcos que arribaban a la bahía, reunía todas las condiciones deseables para una moderna instalación hospitalaria, donde imperaba una gran higiene y sus amplias salas y locales eran profusamente ventiladas, además de contar con una enfermería para la clasificación inicial y tratamiento de los pacientes.

Se ubicaba esta clínica a la orilla del mar, en el Carenero de Porres, una pequeña península en la Ensenada de Mariamelena, que permitía el arribo de las embarcaciones de los pacientes prácticamente a la puerta.

Desde su inicio el establecimiento de la «Quinta Sanitaria del Dr. Belot» levantó ronchas en la sociedad habanera, siendo una de sus más públicas críticas la ubicación en un lugar bajo y de aguas mansas (estancas) que lo hacían insalubre, tal es así que antes del año de su apertura manda la Junta del Real Consulado a que sea inspeccionada por los señores Don Nicolás de Cárdenas y Don Martín Aróstegui los que salen tan gratamente impresionados que rinden, en febrero de 1822, un alabador informe al Capitán General de la Isla Dionisio Vives.

Pero no todo lo que brilla es oro, el arrendamiento del terreno y otros costos hacen que el Dr. Belot decida su cierre en septiembre de 1824, solicitando entonces a la Junta la autorización del traslado de sus pacientes a los altos del Hospital de San Juan de Dios donde él continuaría su tratamiento.

Durante estos primeros tres años trató en su clínica a 535 pacientes, de los que 415 salieron recuperados de su enfermedad, falleciendo 120 (22%): la mayoría de estos de fiebre amarilla. Todos sus pacientes fueron marinos extranjeros de buques fondeados en el puerto y entre ellos solo se contaron tres españoles de los cuales uno falleció de vómito negro (fiebre amarilla) al arribar a la enfermería. El bajo número de españoles tratados se debía fundamentalmente a que estos se alojaban en las casas de familiares y amigos en la ciudad donde eran tratados, además de que las tropas tenían sus propios hospitales.

Es importante tener en cuenta que la situación hospitalaria era deprimente en la isla y en La Habana (y Regla incluida) eran comunes las epidemias de viruelas, gripe, escarlatina, fiebre amarilla, y cólera; enfermedades que azotaran a la nación hasta entrado el Siglo XX y que a falta de mejores tratamientos y medicinas estas eran letales para la mayoría de los pacientes. Se destaca en las estadísticas reflejadas para la Quinta Belot, en esta primera etapa, que la mayoría de los enfermos de la terrible fiebre amarilla no sobrepasaran las 24 horas.

En 1828 el Dr. Belot compra la finca y el carenero a el señor Porres y se enfrasca en la construcción de una nueva clínica que continuará el tratamiento de los marinos de las naves surtas en el puerto y años después a los españoles incluso del Ejército y la Real Armada.

El Dr. Belot emplea, entre otros, a prestigiosos médicos de la época como el Dr. Lorenzo Hernández, protomédico regente y catedrático de la Universidad y el Dr. Carlos Finlay Wilson, padre de Carlos J. Finlay, entre otros.

A un año de su reapertura, es tal el conflicto con el cura de Regla por negarse este a el enterramiento de los fallecidos de religión protestante en el Camposanto católico de la localidad que: solicita y obtiene del Obispado la autorización para la apertura de una nueva necrópolis en su finca. Este sera el «tercer cementerio reglano» que es bendecido por el presbítero Don Manuel de Hoyo el 10 de julio de 1829 y recibirá su primer difunto tres días después.

Del crecimiento, auge y progreso de la «Quinta Sanitaria del Dr. Belot» hayamos algunas cifras en las estadísticas de ingresos del Dr. Eduardo Jorg, quien la dirigiera por el tiempo que el Dr. Belot viajara a Europa; de ahí tenemos que en el año 1835 tuvo 439 ingresos y de estos murieron 38 (9%) pacientes; en 1837 ingresaron 600 y murieron 41 (7%) y en 1839 ingresaron 539 y murieron 51 (9%).

Imaginamos que por estar alejado de los núcleos poblacionales hubo un tiempo que fue tomada, por el gobierno, la «Quinta Belot» para el establecimiento de las cuarentenas de enfermedades infecciosas como el cólera, la fiebre amarilla y otras, este período se prolongó hasta la construcción y habilitación de un hospital para tales fines en el Mariel en el año 1850.

Es en 1855, luego de graduado su hijo el Dr. Carlos Eduardo Belot y Fernández en la Universidad de París, en que el Dr. Belot Lorent cierra su clínica vendiendo sus terrenos al comerciante Don Mariano Galvañi quien establecería una refinería en el lugar en el año 1867 y que en 1874 diera origen al monopolio del petróleo en Cuba.

El cierre de la «Quinta Belot» no significó el retiro del afamado médico; pues se dedica, en este momento, a apoyar a su hijo en la primera clínica oftalmológica en Cuba en la calle Reina #149 y a la que llamara “Clínica San Rafael”.

El Dr. Belot Lorent falleció en París en el último día del año 1889, había publicando cuatro libros de larguísimos y descriptivos títulos a usanza de su época; en español, francés e ingles. En Regla residió, además de en su Quinta, en la calle San Ciprián (Fresneda) donde construyó una casa y naciera su hijo; y en la calle Amargura #11, en La Habana, durante los años 1824 a 1840.

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¿De qué vamos?

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Limitado entre las aguas de la rada habanera surge el poblado de Regla, atado por siempre a la adoración de su Virgen. Fue tradicionalmente habitado por marinos, pescadores, obreros portuarios, y pequeños comerciantes; lugar donde todos sus pobladores son familia o se conocen, pueblo rebelde lleno de tradiciones religiosas y luchas obreras. Rasgos estos que lo hacen único dentro de la geografía de la ciudad.
Como todo, tuvo mejores tiempos, albergó pequeñas y grandes industrias que trajeron prosperidad y desarrollo, hoy languidece social y económicamente, pero no el orgullo reglano por su terruño y tradición, y del empeño por su expansión moviendo montañas e intentando de poner un ladrillo en su progreso trata este blog.

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