La primera frase que escuchamos los arquitectos de la comunidad, del ama de la casa, al entrar a una vivienda o cuando pedimos permiso para pasar de la sala al interior es “No te fijes en el reguero”, normalmente bromeo con que les restaré puntos por tener la casa regada, pero un día visitando una vivienda en la calle Maceo, donde viven tres mujeres adultas y un niño (la abuela, una tía y su nieta con su hijo) y luego de la consabida frase y la justificación del niño pequeño como el motivo del desorden llego al primer dormitorio y al parecer habían lavado y acabado de recoger la ropa seca de la tendedera y sobre la cama había una montaña de ajustadores de todos colores…
¡Dios mío, como ensucia ajustadores éste niño!
Realmente la frase me salió del alma, fue tan espontánea que todos rieron a carcajadas.
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